Implementar mecanismos de libre mercado es la única forma de reactivar el empleo y mantenerlo estable en el tiempo.


Aparece nuevamente en escena la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI en adelante), no porque se haya vuelto a subir, sino porque el Banco de España (BdE en adelante) ha publicado un informe en el que argumenta que la última subida provocó la destrucción de entre 100.000 y 200.000 puestos de trabajo. La cifra casi es lo de menos, porque es variable en función del medio de comunicación que publique la noticia —los medios afines a la izquierda manejan cifras más bajas que los de la derecha—. Hace más de un año, coincidiendo con esa populista subida del SMI, tuve la oportunidad de dedicarle un par de artículos. Aquí se habló de cómo una subida desproporcionada del SMI podía tener consecuencias negativas para empresarios y trabajadores desde una visión marxista de la economía. Aquí se explicó cómo afectan esas subidas a los diferentes sectores productivos, desgranando el mapa industrial de España. Y por último, aquí se propuso la eliminación del SMI, estudiando su viabilidad, y comparando con otros países donde el mercado laboral es mucho más elástico que en el nuestro.

Los sectores más esquizofrénicos de la izquierda política y cultural se han visto tremendamente ofendidos porque un ente público como el BdE haya hecho público, según ellos, un análisis torticero y chapucero de su medida política estrella durante la campaña electoral de las últimas elecciones generales. Un diputado del partido minoritario que gobierna en coalición ha estallado en tribuna parlamentaria denunciando que el informe es una vergüenza, y que al gobernador del BdE habría que "correrle a gorrazos" (palabras textuales), lo cual demuestra la nula capacidad que tiene esta patulea de encajar los golpes, y de asumir que sus conocimientos de las economías de mercado son tendentes a cero. Sin embargo, cualquier sabiduría en ciencias sociales estorba si tu modus operandi político es el populismo que tan bien aprendieron allende el Atlántico. Encontré un tuit fabuloso que resume a la perfección el ideario de esta caterva de iluminados:

Soy de izquierdas y defiendo al trabajador, excepto si el trabajador acepta un trabajo que yo no aceptaría, entonces prefiero prohibirle trabajar.

¿Quiénes son estos garantes del socialismo obrero y sindical para imponerle a nadie una dignidad salarial? ¿Qué clase de superioridad moral se autoconceden para determinar por cuánto se debe trabajar sin atender a las mil variables de todo tipo en un país como España? Huelga decir que son enemigos del individualismo y de la libertad, que nadan en su hedonismo igualitarista sin tener en cuenta las consecuencias sociales de sus decisiones, y que su cosmovisión está alejada de la realidad imperante en Occidente. Su problema es que buscan impulsar una suerte de socialismo idealista desviado del materialismo histórico dentro de un marco socialdemócrata capitalista. No se puede abolir el capitalismo cuando es el modelo económico que mejores condiciones de vida otorga, y es el único sistema que permite a los más desfavorecidos mejorar su condición. ¡Subvencionar cronifica el subdesarrollo! Esto pasa ineludiblemente por dotar de elasticidad a los mercados, y el laboral es uno de ellos. En tiempos de crisis, sobre todo en las estructurales como la originada en 2008, y de la que no hemos terminado de salir con el agravante de la pandemia, es necesario reactivar el empleo como uno de los motores de toda política económica para lograr la estabilización. Hay diferentes mecanismos macroeconómicos para ello, como la aplicación de doctrinas keynesianas, marxistas o liberales, pero sólo la liberal es funcional a corto-medio plazo dentro del marco constitucional e invariable en el que nos encontramos: una socialdemocracia capitalista.

El liberalismo propugna la eliminación del SMI como forma de reactivar el empleo, basándose en el principio de libre mercado, en tanto que aduce que nadie aceptaría trabajar por un salario inferior a lo mínimo indispensable para cubrir necesidades básicas. De esta forma, los empresarios se verían obligados a incrementar las condiciones salariales para cubrir su oferta de empleo. Una vez que un trabajador accede al mercado laboral, aunque sea por un salario "indigno", solo puede mejorar su situación ya que percibirá una renta, cotizará a la Seguridad Social, adquirirá conocimientos y experiencia, y podrá postularse para otros puestos de trabajo con mejores condiciones. Cuantas más personas desempleadas entren en esta dinámica, más ascenderán los sueldos en función de la ley de la oferta y la demanda. La siguiente derivada es la consecución del pleno empleo, y no solo su logro, sino su estabilización en el tiempo, algo que las medidas keynesianas aseguran mientras el Estado es capaz de inyectar dinero. Cabe destacar que los receptores del SMI suelen ser trabajadores que están fuera de convenios colectivos, ya sean empresariales o sectoriales. En un contexto laboral expansivo, la mayoría de asalariados están bajo el paraguas de estos convenios, pero la coyuntura pandémica ha reducido drásticamente este dato:



Con cuatro millones de desempleados y con un 40% de tasa de paro juvenil, más importancia cobra eliminar el salario mínimo a fin de incorporar masa productiva al mercado laboral, aunque al principio sea precario. No hay recetas mágicas. Un enfermo no sana de la noche a la mañana, y España está enferma. Más soluciones demostradamente funcionales y menos basura populista de los que defienden políticas que han destruido todos los países allá donde se han implementado.