Más de un siglo después la fórmula funciona como el primer día.


Bástese un bidón de gasolina, una cerilla y personas con ganas de mezclar ambas cosas para crear una atmósfera de peligroso sectarismo e ideologización. Póngale un icono representativo de su movimiento y disfrute de su totalitarismo a precio de risa. Es incluso paradigmático, cómo la mayoría de los símbolos de los primeros movimientos totalitaristas siguen siendo usados, mostrados y reconocidos a día de hoy por ciertos sectores de la sociedad, cuando los regímenes que representan supusieron millones de víctimas. Hay varias teorías sobre el orígen del término, una de ellas apunta a la Italia fascista de Mussolini en los años 20, cuando sus opositores atacaron sus políticas como "totalitarias", entendiéndose como algo negativo, claro está. No obstante, ya en 1917, las revoluciones rusas, iniciadas por el bolchevismo y Lenin a la cabeza, se podrían considerar como el primer movimiento totalitario de la historia, ya que aunaba todos las características según los estudiosos.

El contexto político-económico en los últimos años del siglo XIX y principios del XX en Rusia era perfectamente propicio para un movimiento insurrecto. Aunque la servidumbre ya se había abolido en 1861, el autoritarismo del zar tenía a la población subyugada, en su mayoría campesina, que acabó por levantarse a fin de la Primera Guerra Mundial por el fracaso militar y la severa hambruna. A raíz de la Revolución de Febrero de 1917 el zar Nicolas II abdicó y Kerenski tomó el poder provisionalmente hasta la Revolución de Octubre de ese mismo año, en la que fue derrocado a manos de los bolcheviques. Acto seguido, se convocaron elecciones democráticas, las cuales perdió Lenin, pero fue tal su disconformidad que derivó en una cruenta guerra civil de más de cinco años de duración. En diciembre de 1922 se creó la Unión Soviética, cuyos símbolos fueron la estrella sobre la hoz y el martillo, estos últimos en honor a los obreros y campesinos, los cuales representarían al comunismo y a la dictadura del proletariado marxista.

Algo parecido ocurrió en la Alemania post-Primera Guerra Mundial, que quedó destruida y muy limitada a causa de las drásticas sanciones impuestas por los países vencedores. Esto provocó una situación de inestabilidad social y económica perfecta para el ascenso de un Hitler que acabó proclamándose dictador del Tercer Imperio Alemán con el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán. El movimiento nazi, aunque socialista, fue una réplica del fascismo italiano, ya que se manifestaba abiertamente antimarxista a diferencia del comunismo soviético. No obstante, muchas de las técnicas de acercamiento social y juvenil del nazismo y su aparato propagandístico fueron en parte tomadas del leninismo, que fue pionero en el adoctrinamiento mediante el Kosmosol o la impresión masiva de pósteres. La iconografía nazi es muy variada pero lo más representativo es la archiconocida esvástica, el icono de las SS, el totenkopf o algunas runas celtas y nórdicas.

La situación en España no fue en absoluto diferente al resto de Europa. Los inicios del pasado siglo fueron convulsos, herencia de un fin de siglo XIX no menos complejo con la pérdida de las últimas colonias en diferentes guerras. La Primera Guerra Mundial también supuso un impacto negativo para la nación, que aunque permaneció neutral, su fin supuso una crisis económica al dejar de proveer material bélico y alimentario a los contendientes. A esto se le sumó la pandemia de gripe española*, que mató a unas 200.000 personas de un total de 20 millones de habitantes. Alfonso XIII decidió confiar el Gobierno a Miguel Primo de Rivera, que inició una dictadura, a la que le siguió un periodo transitorio derivado de las crisis del 27 y del 29, hasta desembocar en la Segunda República. Fue durante este periodo cuando se fundó el partido político Falange Española (FE) de ideario similar al fascismo italiano. José Antonio Primo de Rivera, hijo del dictador antes mencionado y fundador, tomó como icono la combinación del yugo y las flechas de los Reyes Católicos (Ysabel - yugo; Fernando - flechas). FE tuvo un papel esencial en la dictadura de Franco dadas las buenas relaciones entre ambos mandatarios, así como con el aparato nazi (interesante es la figura de Clara Stauffer, militante de la Sección Femenina de FE, que ayudó a multitud de mandos nazis a escapar a Argentina después de la Segunda Guerra Mundial en pleno franquismo y peronismo, ambas dictaduras de España y Argentina respectivamente). Si bien el franquismo no hizo gala de un icono representativo del autoritarismo, sí cambió el escudo de la bandera española por el águila de San Juan. Dicha bandera, así como la tricolor republicana, son iconos que rivalizan en la sociedad actual.

Si bien los grandes movimientos totalitarios antes mencionados desencadenaron los episodios más funestos de la historia moderna de la humanidad, esto no fue freno para que siguiesen naciendo otros basados de algún modo en estos, aunque la mayoría de corte socialista o comunista. La hoz y el martillo consiguió zafarse de su pasado genocida y ser blanqueado como un movimiento de justicia social, algo que podemos verificar revisando las páginas del libro del siglo XX. Ejemplo de esto fue el nacimiento en Cuba de una revolución para derrocar al dictador Fulgencio Batista a manos del Comandante Fidel Castro. Se ponía fin a un totalitarismo para iniciar otro en 1959 de corte marxista-leninista. Obviamente, el resultado fue muy parecido al de la Revolución rusa: pobreza, muerte, campos de trabajo, censura, persecución a la disidencia, intolerancia, y un icono: El Che Guevara. Un psicópata, homófobo y racista cuya imagen de su cara estampada en camisetas rojas es sinónimo de rebeldía, comunismo y libertad, un oxímoron comprado y tolerado hasta convertirlo en marca registrada —"manda huevos", como diría aquel—.

Entre la década de los sesenta y los noventa surgieron movimientos terroristas de ideología socialista, marxista, leninista y nacionalista en diferentes países, y en muchos casos se mantuvieron hasta bien entrado el siglo XXI. Es el caso del grupo terrorista nacionalista del IRA en Irlanda (aunque tuvieron muchas ramificaciones, varias fueron socialistas), el grupo terrorista marxista-leninista y maoísta de Sendero Luminoso en Perú o las FARC en Colombia. En España, dado el contexto político franquista, nacieron diversos grupos terroristas como los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) en 1975, el FRAP (Frente Revolucionario Antifascista y Patriota) en 1973, Terra Lliure como movimiento terrorista nacionalista catalán, y sobre todo, ETA (Euskadi Ta Askatasuna), que no necesita presentación. ETA dejó 829 muertos desde 1975 a 2011, de los cuáles, más de 300 son casos aún sin resolver. Todos estos movimientos, aparte de criminales, fueron especialmente totalitarios, ya que asesinaban a sangre fría en nombre de un fin, y disponían de personas sectarizadas para llevarlo a cabo. Y como totalitarismos, utilizaron iconos representativos de su movimiento, y si bien jamás fueron recuperados al ser criminales, en algunos casos han sido modificados pareciéndose peligrosamente al original, como el logotipo de la banda vasca Soziedad Alkoholika, acusada numerosamente de hacer apología del terrorismo etarra.

Estos días tenemos muy presente en los medios de comunicación el movimiento Acción Antifascista. El reciente asesinato de George Floyd en Estados Unidos a manos de un policía ha despertado el sentimiento racial en todo el país, que se ha extendido por muchos otros lugares de todos los continentes. El abominable acto ha derivado en destrucción de barrios, saqueos, agresiones y otros asesinatos a manos de este grupo, al que Trump ha decidido declarar como organización terrorista. Dicho movimiento surgió en la Alemania comunista con el nombre de Antifaschistische Aktion, y no era más que el brazo armado del Partido Comunista. A lo largo de los años se ha desempeñado violentamente contra el capitalismo, la burgesía, el racismo y la xenofobia, aunque realmente es un movimiento totalitario formado por antisistemas y anarquistas financiados por bolsillos ocultos con el fin de hacer caer gobiernos conservadores, capitalistas o liberales. Sus iconos y cromatismos corresponden con la bandera roja y negra propias del comunismo y anarquismo respectivamente, así como la inicial A mayúscula. Es curioso cómo el anarquismo, o ausencia de Estado, se combina con el comunismo, que representa todo lo contrario. Otro oxímoron propio de la incoherencia totalitaria.

En los últimos años han aparecido nuevos movimientos radicales y totalitarios que han ido ganando adeptos rápidamente. Tendencias populistas de discurso fácil que calan hondo en momentos de cierto descontento social. Hablamos, verbigracia, del feminismo, que ha mutado en una corriente autoritaria dirigida efectivamente por la extrema izquierda mundial, y que excluye a todo aquel que no comulgue con sus postulados. Postulados que dejaron de ser los iniciales para derivar en socialismo, colectivismo y fanatismo. Otro caso es el movimiento catalanista, representado por un lazo amarillo, que ha unido a la derecha y la izquierda en un fin común: la independencia de España. Ambos casos han fragmentado la sociedad española en dos bandos, fomentando un guerracivilismo fraticida incomprensible en plena era de la información.

Nadie mejor que Fiedrich Hayek para definirnos la palabra totalitarismo y sus bases, pero atrevámonos a resumirlo como la constitución de un grupo identitario con marca propia, cuyo ideario es compartido por los seguidores y adeptos que han sucumbido a la ideologización y sectarización de un líder populista. Los totalitarismos adolecen de un monocromatismo ideológico que expulsa a los detractores: "el conmigo o contra mí" o "si no eres parte de la solución eres parte del problema", y buscan la constante confrontación para realimentar su maquinaria: sin respuesta opositora, no hay movimiento que valga. Un totalitarismo es siempre enemigo de la libertad individual, por ser puramente colectivista; es contrario al pensamiento propio y racional, por verse amenazado. Y a lo largo de este especial hemos explicado cómo busca la diferenciación de la medianía social mediante un icono al que adorar, al que imprimir en prendas de vestir, al que tatuarse, al que enarbolar en una bandera, o al que poner al lado del nombre en las redes sociales.
*Se le llamó gripe española no porque se originara en España, sino por la repercusión que se dio al ser un país neutral durante la Primera Guerra Mundial. Realmente se inició en los Estados Unidos.