Disección del pensamiento del polifacético y polémico escritor excomunista y afín a VOX.


Fernando Sánchez Dragó fallecía de forma repentina tras sufrir un paro cardiaco el pasado 10 de abril de 2023. Este artículo no pretende ser un obituario ni un epitafio, sino un acercamiento a su postura ideológica de sus últimos tiempos. Dragó fue una vívida e intrépida persona, un tipo viajado y curtido, una torre cultural y un experimentado filósofo. A la vez fue un libre pensador con tal suficiencia como para exponerse a todo tipo de polémicas, algo que sin duda disfrutaba tanto como enardecía a sus críticos. Quizá ese posicionamiento de superioridad moral era lo que más molestaba de su personaje, empero muy poca gente puede irse al otro mundo con la mochila que se llevó Dragó, y eso en parte puede justificar sus estridencias. Hijo de buena familia y educado en uno de los centros religiosos más célebres de Madrid, acabó afiliándose al Partido Comunista (PCE), lo que le procuró alguna estancia en la cárcel durante el franquismo. Tras dedicarse a proyectos culturales, escribir decenas de novelas y ensayos, impartir lengua española en universidades internacionales, y colaborar con numerosos medios de información, en 2018 se posicionó a favor del partido de derecha paleoconservadora VOX. Diseccionemos, pues, su corazón ideológico en base a algunas declaraciones famosas.


El significante de la conciencia tranquila apunta a un significado diferente al usual, en tanto que para Dragó supone la materialización del proyecto de vida individual y privado. Las personas somos seres privados, antropológicamente individualistas. No existe el nosotros, sino un conjunto de yos que colaboran entre sí para facilitarse la consecución de sus objetivos. Los seres humanos nos organizamos en sociedades no porque seamos gregarios, sino porque es un mecanismo habilitante de diversas herramientas que necesitamos para cumplir nuestros propósitos vitales y también nuestros instintos básicos, como la alimentación, la seguridad o la reproducción. Cada individuo adulto tiene unas metas, deseos, juicios, sentimientos, construcciones mentales en definitiva, que son su huella digital metafísica, y es diferente a la de otro individuo. Es su «originalidad». ¿Cómo pretender que formemos un rebaño con intereses comunes cuando somos racionalidades distintas? Divergir de para lo que hemos sido entrenados ha sido el reto del individuo desde que vive en sociedad. Los poderes políticos pretenden que nos comportemos como un gran nosotros, una grey fácilmente dirigible, y la realidad ha sido históricamente tozuda. Revoluciones de todo tipo han alzado victoriosa la figura del hombre libre contra la opresión del poder. No se conoce fórmula de colectivización forzosa que no haya sucumbido a la naturaleza humana. Como bien dice Dragó, el yo no es el ego; el individualismo no es egoísmo moral, y mucho menos solipsismo.


Enemigo de lo público, liberal e individualista; y afín a VOX. Carente de cierto sentido tal filia, ya indicó que era el partido que menos se desviaba de lo que él buscaba para España. La sanidad y la educación públicas, junto con el sistema público de pensiones, son el tridente del Estado de Bienestar que tanto nos han enseñado a defender como si nos fuera la vida en ello. Pero, ¿por qué? Porque es un eufemismo de colectivización y de privación de nuestra «originalidad», a fin de que seamos un nosotros con intereses comunes, un rebaño que no cuestiona el génesis de nuestra cultura socializadamente organizada. Es decir, los servicios públicos ya estaban ahí cuando llegamos, ¿cómo dudar de ellos si han sido un logro social? Más allá del argumento económico que exhibe Dragó, el cual podría no ser cierto si se diera una organización responsable de estos servicios públicos, pero la realidad nos ha demostrado que tiene razón, el verdadero logro es entender que todo poder político es coercitivo e implica un paternalismo innecesario. Los individuos debemos ser responsables privativos de nuestra vida pivotando siempre sobre nuestra «originalidad». Felizmente, estamos quitándonos la venda de los ojos y cada vez hay más opciones alternativas al monopolio público. El mercado sabe complacer los intereses individuales y nos oferta modelos sanitarios y educativos alternativos y personalizados. Esto no es óbice para que como sociedad debamos colaborar para que existan servicios públicos para quien no puede pagarse los privados. Es un precio justo por vivir en sociedad.

El liberalismo hoy día en el mundo occidental no existe. ¿Entonces en qué consiste la democracia, el Estado del Bienestar? Era algo sostenible a corto plazo dentro de ciertos niveles mientras no se produjera el fenómeno de la inmigración. Pero en el mundo actual el Estado del Bienestar no es posible. El Estado del Bienestar significa holgazanería, hedonismo y falsa solidaridad. Consiste en que medio país viva a costa del otro medio, como las cigarras.



La democracia es precisamente lo único que nos libera del poder político y de sus hilos. No hay duda de que no es perfecta en tanto que el sufragio universal puede ser considerado contraproducente. El mismo Dragó abogaba por un sufragio platónico en el que solo pudieran votar los ciudadanos mejor preparados, lo que implicaba una injusticia ética en la antigua Grecia. Hoy en día no sería necesariamente descabellado reducir el sufragio a unos nuevos aristoi que superasen un examen que les otorgare el privilegio de realizar un acto de tremenda responsabilidad como es el de elegir a los directores de la «res pública», partiendo de que la cultura está al alcance de cualquiera sin incluso necesidad de cursar estudios superiores. No obstante, proponer tal cosa generaría una polémica de proporciones nunca vistas. Pero, ¿tú que opinas? ¿Se debería limitar el sufragio a quienes sean aptos para ejercer sus deberes cívicos?