¿Cómo es el mejor sistema sanitario y el más costoso? ¿Qué se puede aprender de ellos?




Continuando con el análisis de los sistemas sanitarios iniciado en La sanidad pública y privada [I] - Financiación, es buen momento para fijarnos en otros países aprovechando la coyuntura actual del coronavirus. En este caso, el presente post pretende enfrentar a dos países paradigmáticos en cuanto a su sistema de salud: EEUU como el más costoso pero ni mucho menos el mejor, y Singapur como justamente lo contrario, el cual es un caso de éxito mediante una mezcla de intervencionismo de su Estado, libre competencia y autonomía de sus ciudadanos. Veamos detenidamente:

Casualmente, el coronavirus surgió en Asia y está teniendo una transferencia idéntica a la rotación del planeta, con lo que su máxima afectación la ha empezado a sufrir América. EEUU es ahora mismo (a 30 de marzo de 2020) el país con mayor número de contagiados, y sus autoridades sanitarias prevén millones de infectados y alrededor de 100.000 muertos. Una absoluta barbaridad que, de producirse, puede tener en su sistema sanitario una de las posibles explicaciones. Y es que el país más desarrollado del mundo dispone de una sanidad que se come el dinero a raudales, pero esto no significa que sea la mejor. Pero, ¿por qué ocurre esto? Básicamente, por un uso irresponsable de los ciudadanos y una falta de racionamiento del gasto. En el primer caso, sólo el 10% de los gastos sanitarios se los costea el paciente, mientras que el 90% restante lo paga el Estado y las aseguradoras a partes iguales. Si además, añadimos que el 85% de los trabajadores no contrata su propio seguro, sino que lo hace su empresa, ya que de esta manera el trabajador se libera de la carga impositiva asociada, hace que exista cierta barra libre sanitaria*. Esta situación deriva en el segundo caso: nadie controla el gasto sanitario, ni siquiera el paciente, que es quien debería hacerlo si tuviera que rascarse el bolsillo, con lo que dicho gasto se dispara. Indicativo es, por contra, el caso de los servicios odontológicos, cuyo coste, en algunos casos, sólo está subvencionado al 50% y no al 10%, haciendo que su gasto sea análogo al de muchos países de referencia. Pero el principal argumento que descabalga al país yankee es la falta de un sistema sanitario universal, y por esto podría explicarse ese alto número de fallecidos. Si bien existen dos programas públicos llamados Medicare (seguro para ancianos) y Medicaid (seguro para personas con rentas bajas), el resto de la población que no disponga de una póliza sanitaria o, por ejemplo, hayan sido despedidos de sus trabajos, se ha de costear íntegramente sus servicios de salud.

Hablemos ahora del caso de Singapur, que si no dispone del mejor sistema sanitario mundial, está cerca, porque combina unos costes reducidos con unos servicios y calidades envidiables, demostrando que más gasto no significa mejor sanidad. Su coste en porcentaje de PIB es la mitad que el español y menos de un tercio del estadounidense, y en el ranking de la OMS aparece en el sexto lugar, justo por delante de España. Y es que el pequeño país oriental ha logrado este reconocimiento mediante políticas de libre competencia en el mercado sanitario y cierto intervencionismo de su Estado. Por un lado, casi el 70% de su gasto en esta materia corresponde al sector privado, y es el paciente quien sufraga la mayor parte a través de copagos, haciendo, de esta manera, un uso responsable. Además, los ciudadanos tienen libertad de elegir entre centros púbicos o privados, y entre un catálogo de calidades mediante un abanico de categorías: A, B1, B2+, B2 y C. Cada una de ellas representa, de mayor a menor, el grado de comodidades en un hospital o la elección del personal y, evidentemente, es el paciente el que abona la diferencia respecto con el servicio básico. Por otro lado, el Estado obliga a sus ciudadanos a ingresar el 10% de su renta en cuentas independientes para fines sanitarios (MediSave), permitiéndoles utilizarlo como quieran, siempre y cuando estén asegurados. Es decir, se les permite libertad para gastar el dinero que cotizan y tributan como consideren oportuno dentro de la responsabilidad. Finalmente, Singapur también dispone de un servicio sanitario público para los casos más graves (MediShield) a un coste muy bajo, y un gasto público destinado a costear la sanidad a las personas con rentas bajas (MediFund). Estamos pues ante un ejemplo de sistema sanitario fundado en un liberalismo —que no privatización— del sector público en plena competencia con el privado, a fin de ofertar los mejores servicios a sus pacientes, reportándole al país unas vías de financiación basadas en los ahorros y en la responsabilidad de la población.

De momento parece que España puede presumir de tener unos servicios sanitarios sólidos, pero no es gracias a sus gobiernos —presentes y pasados—, sino a los profesionales que están detrás, tanto en la sanidad pública como en la privada. En próximos posts se analizará la irresponsabilidad de los españoles para con el sistema sanitario, y posibles mecanismos de abaratamiento del mismo, aunque más nos valdría virar hacia el modelo singapurense.


*Se han elaborado estudios que han arrojado que los americanos principalmente demandan servicios preventivos y de calidad, es decir, existe un abuso manifiesto por parte de los pacientes mediante el sometimiento a pruebas a fin de detectar enfermedades prematuramente, y lo hacen con mucha más frecuencia que otros países, lo que supone un gasto desmesurado, principalmente, en tecnología punta y salarios del personal sanitario.