La celebridad televisiva española ha sido madre a los 68 años gracias a un vientre de alquiler.


La prensa rosa y amarilla se hacían eco de la sorpresiva exclusiva que lanzaba una conocida revista del corazón, en cuya portada aparecía Ana Obregón saliendo de un hospital de Miami con una recién nacida en su regazo. La mujer de 68 años, famosa por haber sido uno de los rostros más habituales en programas de televisión de los noventa y los dos mil, habría acudido a la ciudad americana para recoger a una niña engendrada por gestación subrogada, o dicho de otro modo, en un vientre de alquiler. No es objeto hacer análisis sensacionalista alguno, sino fiscalizar la gestación subrogada desde diferentes ideologías y políticas, a fin de elaborar un corolario que admita o censure tal práctica. Pero antes es imperioso separar dos polémicas subyacentes de la noticia. La primera es la propia gestación subrogada, y la segunda es la eticidad de ser madre o padre a una avanzada edad, independientemente del mecanismo utilizado para tal objetivo. Hay que recordar que Ana Obregón es una mujer soltera, a la que no se le conoce pareja, y que perdió a su único hijo en 2020 tras una dura lucha contra el cáncer, lo que la sumió en un profundo duelo del que, a razón de lo sucedido y según lo que se desprende de las tertulias rosas, parece no haberse recuperado. Lejos de psicoanalizarla, puede no resultar muy ético traer una vida al mundo para llenar el vacío existencial que le dejó la muerte de su hijo, partiendo de la premisa de que ser madre con 68 implica que la hija no va a disponer de su madre subrogante como sí lo haría si tuviera la edad adecuada de una madre gestante.

La gestación subrogada es una práctica ilegal en la mayoría de los países del mundo. En Reino Unido, Grecia, Canadá, Portugal, Sudáfrica y Australia es legal de un modo altruista. En Rusia, Georgia, India, Ucrania, Tailandia y Estados Unidos también lo es, incluso con compensación económica mediante, no obstante, se requieren unos requisitos que impiden que cualquier mujer pueda ser gestante subrogada. Su ilegalidad obedece a su polémica en tanto que las ideologías más representativas en la sociedad entienden la práctica como antiética e inmoral. Los sectores más conservadores y ligados al catolicismo se oponen basándose en que un hijo solo debe ser concebido biológicamente por un padre y una madre, lo que cancelaría además prácticas como la fecundación in vitro, la donación de gametos, o llegados al extremo, los métodos anticonceptivos. El movimiento feminista aduce que alquilar vientres es una forma de apropiación, control, sojuzgamiento y explotación de la mujer. Los defensores del socialismo marxista argumentan su posición contraria en base a que perpetúa la servidumbre entre pobres y ricos, en tanto a que ninguna mujer rica se ofrecería como gestante subrogada a cambio de dinero, y de la misma forma ocurre con la prostitución o con la pornografía. Para el socialismo no marxista, estas prácticas de dominación mercantil del ser humano son causadas por el capitalismo despiadado. En cualquier caso, cualquier ideología anticapitalista está diametralmente en contra de la gestación subrogada y, en definitiva, de cualquier práctica que implique la venta del cuerpo humano a cambio de dinero, incluso la fuerza de trabajo.

Sin embargo, las políticas dentro de un marco liberal sí admiten la gestación subrogada con fines mercantiles, como así ocurre en Estados Unidos adonde Ana Obregón ha acudido. El liberalismo defiende el respeto a la ejecución de los proyectos de vida individuales, y si para su logro una persona acude a la venta de su cuerpo de una u otra manera dentro de unos parámetros racionales, no debe existir objeción. Las premisas liberales sostienen que el ser humano mercantiliza su cuerpo en tanto en cuanto convierte su fuerza física o su capacidad intelectual en un producto que vende a cambio de algo, ya sean bienes y servicios, o dinero para intercambiar con otras personas otros bienes y servicios, perpetuando así el ciclo mercantil. El propio trabajo, ya sea para otra persona o para el Estado, es una forma de mercantilizar el cuerpo a cambio de una contraprestación, y por ello no tiene sentido excluir prácticas que persiguen el mismo fin como la gestación subrogada. Ahora bien, existe un condicionante inseparable de todo acuerdo comercial entre personas, y este no es otro que la libertad en la decisión, es decir, la ausencia de coacción de una parte para con la otra. Si se da un abuso de poder en cualquier lado del acuerdo, éste quedaría automáticamente invalidado. Por tanto, desde una perspectiva liberal la gestación subrogada como acuerdo comercial estaría amparada, pero queda un cabo suelto determinante. El bien que se intercambia no es un bien, es un ser humano, es decir, un sujeto de derecho. Aquí está la principal controversia, y por lo que en muchos países esta práctica está prohibida: legalmente no se puede comerciar con personas bajo ningún fin, lo cual trasciende a toda ideología.