¿Argumenta correctamente Macarena Olona en su cruzada antifeminista?


El primer debate televisivo entre los candidatos a la Presidencia de la Junta de Andalucía previo a las elecciones autonómicas del 19J dejó una acusación grave por parte de la líder de Adelante Andalucía Teresa Rodríguez. Denunció a Macarena Olona, representante de VOX, por ser su partido el brazo político del terrorismo machista. En ese momento me vino a la cabeza la retórica utilizada para con EH Bildu y la banda terrorista ETA. No fue casualidad. Esa analogía tenía la intención de equiparar ambos partidos en lo más indigno y miserable: el terrorismo, es decir, matar por motivos ideológicos. Mientras el partido filoetarra vasco sí tiene a exmiembros de banda armada entre sus filas —su líder sin ir más lejos—, el partido al que representa Olona no cuenta con ningún asesino, violador o maltratador. Mientas Bildu recibe a terroristas sanguinarios con aplausos y festejos, VOX quiere endurecer las penas a los asesinos machistas y han llegado a pedir cadena perpetua para casos atroces que vienen fácilmente a la memoria.

Por si fuera poco, la violencia machista no puede ser tratada como terrorismo, porque en la propia definición de la palabra se exige un componente político o ideológico como catalizador de los actos de terror, y no parece existir tal cosa salvo en casos de misoginia extrema que, de haberlos habido, no han trascendido. La violencia machista es una lacra social que nos hunde en el barro como sociedad desarrollada y nos retrocede históricamente, pero no es mínimamente comparable con asesinar a sangre fría a personas en pos de la soberanía de una región. Cuidado con lo que se dice con tal de pisotear al rival político, que puede causarle nauseas al sentido común.

La respuesta de Macarena a la injuria de Teresa condujo a la primera a recitar su ya conocido mantra antifeminista: «El hombre no mata, mata un asesino. El hombre no maltrata, maltrata un maltratador. El hombre no humilla, humilla un cobarde». Y es cierto en el sentido científico y filosófico. Según el primero, no solo matan los hombres, también matan las mujeres aunque en menor medida. Según el segundo, asociar la violencia como algo fisiológicamente inherente al género masculino es una falacia acientífica. Y es aquí donde me quiero detener. La violencia es connatural a todos los seres vivos (humanos y animales, machos y hembras), con lo que no tiene ni género ni raza. Ser no instintivamente violento es solo propio de los humanos —puesto que no somos seres primarios—. Fisiológicamente no tiene ni genero ni raza. Culturalmente sí puede tenerlo. Para salvar este obstáculo, la izquierda posmoderna ha elaborado el relato de que el género y la raza son constructos sociales para clasificar a las personas y preservar las desigualdades. Es ridículamente falso. Biológicamente existen diferencias sustanciales entre seres de diferentes géneros y razas, pero culturalmente es donde esas divergencias se acentúan.

Ciertas comunidades políticas regidas por doctrinas sociales o religiosas supremas carecen de los valores culturales que tenemos en nuestra comunidad política. No solo me estoy refiriendo al entorno sociocultural del mundo islámico, evidente en países como Afganistán, o en lugares del África profunda donde gobiernan señores de la guerra, o incluso en América Latina, sino en cualquier comunidad o asociación alejada de los valores liberales del respeto y la tolerancia, como pueden ser los supremacistas de cualquier índole, neonazis, etcétera. La violencia en estos casos ¿tiene un componente de género y de raza en tanto en cuanto son los hombres de razas concretas quienes someten a las mujeres utilizando su mayor fuerza corporal? Volvemos a lo mismo de antes. Es un problema coyuntural con respuestas desde los enfoques expuestos y alguno más. Mi opinión es que la violencia ni tiene género, ni raza, pero sí condición.