Las políticas monetarias expansionistas en pleno crecimiento son un disparo en el pie.


Estimado lector, algo huele a quemado en tu banco. Lamento decirte que es tu dinero. Se quema lentamente, hoy a ritmo del 4%, mañana quién sabe. El fuego está en gran parte a merced de los políticos, aunque no tienen toda la culpa. Y la que tienen no la reconocen. Descuida, son así, no creo descubrirte nada nuevo. Neoliberalismo, austeridad o ultraderecha son palabras que resuenan últimamente en tu cabeza. Ásperas, demonizadas, cada vez abarcan más espacio en la vida política, noticieros y tertulias. El chivo expiatorio. Justicia social, inversión pública o economía expansiva son las llaves del Edén, el fin de las penurias. Expresiones recubiertas de almíbar para los oídos de quienes desconocen que el relleno es amargo como la hiel. Intervencionismo de una clase política más y más grande. Deuda pública que asciende a los 1,43 billones de euros; a 3,1 si contamos la deuda privada. Pero tú te afanas en ahorrar como puedes, porque es lo lógico y lo responsable. Pero tus ahorros cada vez valen menos, se queman, es la inflación.

La inflación es un concepto sencillo de entender. Es básicamente el aumento del precio de bienes y servicios. Cada economista considera un umbral «sano» de inflación interanual en un escenario de normalidad, algo que depende de muchas variables, pero valores del 4% son inaceptables para el bolsillo de las economías más humildes. Es un impuesto encubierto, que a su vez, sirve para recaudar más impuestos. Si los precios de bienes y servicios aumentan, el IVA también lo hace en proporción al gravamen establecido para cada uno de ellos. Doble gasto. Y no solo te hablo de una barra de pan, ejemplo socorrido, sino de vehículos y viviendas de compra o alquiler, con lo que el incremento puede llegar a ser dramático, hasta el punto de frenar la demanda y paralizar la economía si la inflación se desboca. Aun queda mucho para eso, y no hace falta llegar a los números de Venezuela, ni siquiera de Argentina, pero es un problema.

¿Culpables? Muchos. El precio de la luz tiene mucho que ver. A mayor coste de producción, mayores precios del producto. La recuperación económica post-pandemia está cubriendo la vida con un velo de optimismo, los negocios van volviendo a su ser y pueden vender sus productos y servicios a precios pre-pandemia. La subida del SMI, aunque ha sido muy leve, provoca un incremento de los precios. El rescate europeo que riega de millones nuestra maltrecha economía es otra variable a tener en cuenta. No obstante, hay un gran interesado en que la inflación suba. El Estado. Lector, he dejado varias pistas para que que fuese fácil de suponer. Actualmente nos gobierna el PSOE, socialdemócratas keynesianos (si no has leído esto, te vendrá bien hacerlo para colocar a todos en su sitio), y la base teórica de John Maynard Keynes fue el gasto público y la deuda para impulsar la economía y el empleo. El caso es que pocas veces funciona, la historia de muchos países así lo demuestra, pero los políticos intervencionistas no se apean del burro.

Valor del euro respecto al dólar en el último año.
El gráfico muestra cómo se están aplicando discretas políticas monetarias expansivas en tanto que el euro se sitúa en el valor más bajo respecto al dólar de los últimos doce meses. No es casualidad. Al BCE le interesa tener una moneda competitiva con el dólar (principal divisa de referencia) para colocar deuda. Esto unido a unos tipos de interés cercanos al cero, o incluso negativos, es un evidente indicador de que el aspiracional de nuestra supranación es aumentar la inflación continental al 2% para empujar la economía tras lo más duro de la pandemia. Sin embargo, a España, por los motivos antes mencionados se le ha ido hasta el 4%, lo cual servirá al Gobierno para hacer frente a sus obligaciones en materia de pensiones, prestaciones, deuda, y a su compra de votos con los 250€ del bono joven para el alquiler, los 400€ del bono cultural, el aumento del presupuesto para chiringuitos, y un largo etcétera.

No lector, el neoliberalismo, la austeridad o la ultraderecha no son los responsables de que tu carro de la compra sea hoy bastante más caro, o que la factura de la luz te obligue a poner la lavadora a las tres de la mañana. Un Gobierno que presume de no dejar a nadie atrás debería ser lo suficientemente responsable para no ahogar a los ciudadanos más desfavorecidos. Esto no lo van a pagar los ricos, ellos no sienten la inflación. Es un impuesto a la clase media y baja, un disparo en el pie en plena recuperación.