Postfranquismo con piel de socialismo para el futuro nacional.


Industrialización, natalidad, proteccionismo, nacionalismo, antiglobalismo y antiliberalismo. Seis pilares sobre los que la joven escritora Ana Iris Simón ha vertebrado su discurso ante Pedro Sánchez con motivo de la presentación del plan España 2050, ese dudoso ejercicio de vacuo marketing en horas bajas de popularidad —eso dicen las malas lenguas que han tenido el valor de leer el dossier—. Seis palancas de cambio para escapar del modelo socialdemócrata europeísta que nos dirige y controla desde que Adolfo Suárez solicitase la adhesión a la Comunidad Económica Europea (CEE) el 26 de julio de 1977, aunque no se entrase en ella oficialmente hasta el 1 de enero de 1986. Seis ejes radiales a partir de los cuales se cierra el círculo populista que rueda sobre los pensamientos políticos, económicos y sociales de la sociedad española actual desde el fin del bipartidismo. Su discurso ha cosechado aplausos a un lado y al otro del espectro político. ¡Qué inocente casualidad! La izquierda se ve identificada contra ese capitalismo imperante en las grandes ciudades que arrasa todo lo que encuentra por delante, desde el medio rural, pasando por el comercio de toda la vida, hasta los derechos de los trabajadores. La derecha se congratula por la defensa de los valores familiares, la protección del producto local, y el cierre de fronteras. Pero antes de seguir con el spoiler, es mejor ver el vídeo.



"Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad". Así abre su perorata la escritora de veintinueve años de edad, primogénita de una familia rural de La Mancha en donde Don Quijote luchó contra gigantes que molían el grano. Así dicho parece que hace muchas décadas de esa añorada vida, pero no hace tanto. Seguidamente asegura que sus padres, con su edad, ya tenían una niña de ocho años. Ella. Es decir, la historia se sitúa en el año 2000. Antes de ayer. Que perdonen los ontigolanos la osadía, pero ¿alguien piensa que hace 20 años se vivía radicalmente mejor que ahora en un pueblo toledano o en cualquier otro pueblo? La despoblación rural no apareció a raíz de la crisis de 2008, el cual parece ser el horizonte del que parte el sentimiento revolucionario de la bisoña Ana Iris. Es un problema que data de mediados del s.XIX con la aparición de la primera industria mecanizada, y que se agravó con la tardía Revolución Industrial iniciada en 1950 tras el período autárquico franquista, lo cual provocó el conocido éxodo rural hasta la crisis del petróleo de 1973, momento en el que empezó esa desindustrialización de la que habla la ponente. Por tanto, surgen dos cuestiones: o bien expone su desconocimiento de la historia de España delante del mismísimo presidente del Gobierno, o bien piensa que sus padres son unos ancianos de tan solo cincuenta años. Más bien denota que ha urdido un argumento cargado de desinformación lacrimógena candidato a ser adquirido por la sociedad altamente manipulable.



La España vaciada es un hecho incontestable. El gráfico demuestra que las grandes ciudades han ganado población procedente de provincias alejadas de esas urbes. Es el caso de las regiones de Castilla y León, Castilla La Mancha, Aragón, Extremadura, Asturias, Cantabria, Andalucía o Galicia principalmente. Sin embargo, localidades cercanas a Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga, Alicante o Sevilla han visto incrementado su censo entendiendo su función de ciudades dormitorio. Esto es debido a que el tejido productivo nacional ha ido cambiando con el tiempo a un modelo menos industrial y más tecnológico, impulsado en gran medida por la reconversión industrial planteado por la OCDE para el conjunto de Occidente en 1975, dentro el marco del aumento de la sostenibilidad y el ecologismo, y de la disminución de la dependencia de los países productores de petróleo tras la, antes mencionada, crisis del petróleo. España fue de las grandes potencias industriales mundiales en la década de los setenta. El despegue económico después de casi haber muerto de hambre supuso el milagro económico español, tiempo en el que se hicieron faraónicas obras públicas, se exportaron toneladas de materias primas y bienes de producción y de consumo, y estalló el big bang turístico que se vive hoy en día. A partir de aquí hubo un frenazo significativo en la expansión económica, pero cabe recordar que Ana Iris sitúa su nostalgia hace poco más de veinte años —en tiempos de sus padres—, cuando la realidad histórica la coloca hace casi cincuenta —en tiempos de sus abuelos—.



Si atendemos a pueblos de mil habitantes como Ontígola, donde se emplaza el "relato", se puede observar que desde el año 2000 la población rural ha caído solo un 8,9%. En 1900 la población rural era del 50,8%; en 1930 era del 40,2%; y en 1950 era del 33,5%. Hoy es del 3,1%. Entonces, ¿por qué culpa al sistema actual de la despoblación del medio rural? ¿Cómo es posible que añore un pasado que no ha conocido ni ella ni sus padres?

"En España hay más madres de cuarenta que de veinticinco", expone tras acabar su apartado de la España vaciada. Hay a quien le seduce pensar que la forma de garantizar el Estado de Bienestar es volviendo a niveles de natalidad parecidos a los del baby boom, lo cual es imposible; y al no existir crecimiento autóctono, hay que importarlo de fuera, destruyendo así el Bienestar de los países de origen. Es un argumento de todo punto absurdo. El colmo es culpar a eso que ha dado en llamar "capitalismo global europeo". Es ese capitalismo el que ha posibilitado disfrutar de unas cotas desarrollo y bienestar impensables a mediados del siglo pasado. El paradigma social ha cambiado, y no se puede hacer nada por evitarlo. En Inglaterra se prohibió el desarrollo de las máquinas de vapor que posibilitaron las tejedoras mecánicas porque les quitaban el trabajo a las hilanderas, y en Barcelona se produjo el conflicto de las selfactinas en 1954 por el mismo motivo. ¿Es posible detener el desarrollo social hacia una vida con más comodidades? Tal desarrollo nunca ha dejado de producirse porque cuando acaba una Revolución Industrial comienza la siguiente. Para cubrir esos puestos de trabajo se necesita una especialización superior a la que se exigía en décadas anteriores, y por tanto, la inmersión laboral de los jóvenes se retrasa, haciéndolo a su vez la formación de una familia y la adquisición de una vivienda.




"Necesitar inmigrantes que nos paguen las pensiones como si las personas fuesen divisas", soflama la escritora. Si los que emprenden la aventura de venir a España tuviesen Estado de Bienestar en su país, no vendrían. Esta es la conclusión que desprende el mapa de dispersión de la población extranjera segmentada por los países que más representación tienen en territorio español. Si se eliminan de la ecuación a los ciudadanos británicos, los cuales se establecen en zonas de costa para disfrutar de su jubilación; y los portugueses, que se concentran en la frontera de su país por razones obvias, es poco revelador que la inmigración procede de países empobrecidos. Significativo es también cómo la inmigración venezolana ha aumentado un 350% en una década. Es difícil privar de su pensión a un ciudadano marroquí o venezolano cuando su país es una ruina y los jóvenes tienen que huir jugándose la vida para buscarse porvenir.

"Robarle la mano de obra a los que hace siglos les robamos el oro", lamenta Ana Iris en un ejercicio de ridículo revisionismo histórico. La mayoría de extranjeros que trabajan en España envían un porcentaje de sus ingresos a sus países de origen para ayudar en la manutención de sus familiares. En total, se mandan remesas por valor de más 7.000 millones de euros, siendo Colombia, Ecuador y Marruecos los países que más dinero reciben. La situación de estos países es todo lo contrario a normal. Muy alejada de lo que se conoce en Occidente, en donde tiranos ejercen un poder absolutista, someten a su población a la pobreza mientras ellos se pudren en lujos irracionales. Ana Iris parece no entender que la culpa no es de quien emigra, o de quien abre las fronteras, sino de quien mal gobierna los países. Peter Drucker dijo: "No hay países subdesarrollados, sino mal administrados".

Abruma que una joven escritora que no llega a la treintena le dedique cuatro minutos de populismo falangista a todo un país. Porque Ana Iris ha mamado comunismo, pero su alegato es profundamente fascista aunque no haya caído en la cuenta. Sorprende que a la izquierda indefinida, que esta chica representa, le baile el sentido del socialismo hacia la derecha cuando cree que apunta hacia la izquierda. Y aun asombra más que añore la España franquista sin haberla conocido más allá del vox pópuli. Hace medio siglo España era una potencia económica, había trabajo para todos, los pueblos estaban llenos de vida, existía la Seguridad Social, las grandes industrias pertenecían al Instituto Nacional de Industria (INI), y otras como CAMPSA, Renfe, Telefónica o Tabacalera eran monopolios estatales, ¡y se pagaban pocos impuestos! Ay, Ana Iris. Con Franco se vivía mejor, ¿verdad?