El Gobierno da un paso más y quiere ciudadanos dóciles y serviles.




Permítame el lector la osadía de titular a este post de tal forma, pero el devenir de la situación económica y social de la nación bien merece un homenaje a la genial obra del referente liberal Fiedrich A. Hayek, publicada en 1944, pero que sigue aplicando perfectamente hoy en día. Para quien no haya leído el libro, es un ensayo que escruta magistralmente la deriva del socialismo hacia un totalitarismo ortodoxo, sirviéndose de los casos ruso y alemán como muestra irrefutable de su argumento (entiéndase el contexto histórico en el que fue escrito). Sirva esta cita del libro (pág 246. Tercera Edición: 2011 de Alianza Editorial) como fórmula extrapolable a casi cualquier gobierno de casi cualquier país, y que encaja como un guante en el contexto actual:
Se ocultará a la gente todo lo que pueda provocar dudas acerca de la competencia del Gobierno o crear descontento
La lista de actuaciones controvertidas del Gobierno empieza a ser indigerible para el sentido común. Las primeras —omisión de las recomendaciones de la OMS y la UE antes de que estallase la crisis en nuestro país, tardanza en la toma de decisiones, incorrecta dotación de material sanitario, etc.—, lejos de ser tolerables, correspondían, al menos, con una ineficaz gestión de la politocracia que sufrimos, indefendiblemente interesada en alargar su reacción hasta haberse cobrado rédito político del 8M, pero las últimas devienen en el más impresentable autoritarismo —soborno a los medios de comunicación, censura o criminalización de la disidencia—. Finjamos impensable que un gobierno no ponga todos los recursos de que dispone en la lucha contra una crisis sanitaria, y hagamos lo propio con la crisis económica derivada —independientemente del ideario empleado: keynesianismo, liberalismo o marxismo—, pero no debe sernos ajeno que el actual Ejecutivo está en vías de erigirse como un digno heredero del liberticidio —como desarrolla Hayek en su libro—, aprovechándose del estado de alarma actual, a fin de blanquear su imagen sabiendo de sus errores, en pos de una futura reelección.

Los pastores a sueldo del socialismo reaccionario, encarnado por el partido morado, han abandonado su confinamiento virtual para iniciar su maquinaria propagandística por las redes sociales en busca de ganado permeable al mensaje simplón y demagogo. No es algo nuevo en lado izquierdo del espectro político, sino que el aparato mediático de Lenin fue pionero en este aspecto. Es un arma poderosa que, en mayor o menor medida, todos los populismos usan. Verbigracia, VOX publicó recientemente un fotomontaje en el que aparecía la Gran Vía madrileña llena de ataúdes con la bandera de España sobre cada uno de ellos. Lejos de posicionamientos, es execrable el uso de la desgracia humana con fines políticos, lo estamos viendo hoy, pero aun resuena en algunas memorias las palabras de Pablo Iglesias alentando a su militancia a politizar el dolor, o somos capaces de reproducir las imágenes de embarcaciones con cadáveres de inmigrantes que no consiguieron llegar a Europa. La información es pura y objetiva, de inicio no está sesgada, pero su transformación subjetiva con fines partidistas es uno de los primeros síntomas de la eliminación de libertad y coerción del individuo.

Se suele situar el nacimiento del Estado de Bienestar durante el Segundo Reich alemán, concretamente durante el mandato de Otto von Bismarck. Aunque instauró un régimen autoritario, su política en materia social consistió en el establecimiento de seguros obligatorios de accidentes, enfermedad y vejez para los trabajadores. Es decir, lo que actualmente conocemos como Seguridad Social. Bismarck estaba muy lejos de ser socialista, es más, ilegalizó el movimiento obrero aprobando leyes antisocialistas, pero adoptó unas medidas sociales revolucionaras para la época con el único objetivo de comprar la lealtad del pueblo. Sin duda lo consiguió, convirtiendo al Imperio Alemán en un ejemplo político.

Ese mismo concepto que Bismarck creó es lo que en nuestro país se utiliza tan perversamente. Las medidas que el Gobierno está impulsando durante la crisis del coronavirus obedecen al fortalecimiento de dicho Estado de Bienestar, lo cual nos debería hacer suponer que buscan comprar nuestra lealtad al vendernos una impostada protección. El último ejemplo es la iniciativa coyuntural del Ingreso Mínimo Vital Puente que Pablo Iglesias quiere aprobar, como previo paso a su implantación definitiva y permanente. Si bien es cierto que la actual crisis ha dejado en paños menores a la economía española, y muchas personas y familias se han visto severamente perjudicadas, este tipo de ayudas pueden ser un arma de doble filo. Iglesias es plenamente consciente de ello, pero cabe alertar al ciudadano de que, lo que por un lado es un acto de noble solidaridad en tiempos difíciles, por el otro deviene en un intento de docilitar al individuo para que coma de la mano del amo Estado, asegurándose su fidelidad y voto. Ya existen subsidios para las personas con graves problemas económicos, pero en ningún caso deben sustituir a una renta generada por el trabajo, convirtiendo a algunos en parásitos del dinero público de todos los contribuyentes. En un próximo post, se analizará en profundidad los pros y contras de este movimiento en el actual tablero político.